ANÁLISIS

Estamos a tiempo de evitar el derrumbe

Por Fernando Stanich

Editor del diario La Gaceta de Tucumán y miembro de la Comisión Directiva de FOPEA

 

El mundo, tal cual lo conocíamos, se cayó a pedazos. Como las fichas de un dominó, unos fueron empujando a otros a la velocidad impuesta por el coronavirus. Sin aviso previo y sin tiempo para esbozar una defensa, la angustia, el miedo y la incertidumbre se adueñaron de sociedades completas. Y ese ataque, que no distinguió de razas ni de estratos sociales, amenaza ahora al periodismo.

Este informe llega en un momento inédito. A la recurrente preocupación por los ataques a la libertad de expresión, ahora se suma el pánico por la pérdida de las fuentes de trabajo. Redacciones consolidadas durante años han anunciado despidos, recortes de sueldo y planes de contingencia. Los periodistas emprendedores, los free lance y aquellos cooperativistas deben lidiar con la incertidumbre de no saber cuándo podrán recibir alguna paga por su trabajo.

La paradoja es que, mientras el modelo de negocio se destroza, se observan niveles de tráfico y de audiencia como nunca antes. Los reportes estadísticos dan cuenta de que la sociedad demanda información y que, para eso, recurre al periodismo profesional, en quien ha vuelto a confiar. ¿Cómo cumplir, entonces, con nuestra responsabilidad social en estas condiciones? Ocurre que los condicionamientos económicos, sin lugar a dudas, representan uno de los más antiguos ataques a la libertad de prensa. Sin medios ni periodistas económicamente solventes, difícilmente una sociedad pueda ejercer su derecho a estar informada.

Hoy, la necesidad de que exista un periodismo vigoroso es indiscutible. Más que nunca, la información veraz y completa se ha convertido en un servicio público de primerísima necesidad. Los televidentes, los oyentes y los lectores buscan datos fiables y reclaman respuestas a los periodistas. En una crisis sin precedentes y con un Estado democrático inclinado en demasía sobre uno de sus tres poderes (el Ejecutivo), más trascendente es que el periodismo tenga plena libertad para ejercer su rol de control. Frente a la desinformación y a la censura estatal, mayor debe ser el peso de la prensa libre e independiente.

Es una de las preocupaciones centrales de FOPEA en este contexto hostil para el desarrollo profesional. Y el Monitoreo de la Libertad de Expresión constituye una pieza clave para contar con una radiografía certera de lo que ocurre en el país. Los monitores, que trabajan en sus territorios como médicos de guardia, recogieron el año pasado 58 denuncias de ataques a la libertad de expresión, lo que representa un 13,7% más que en 2018. De ese total, casi una decena están vinculados a los diferentes tipos de censura y al uso abusivo del poder estatal. El informe precisa que se mantuvieron los conflictos relacionados al vínculo laboral de los periodistas. Y puso en evidencia que la crisis en los medios impacta en la labor periodística y en la libertad de expresión.

Con ese preludio, no es descabellado pensar que en el corto plazo los mayores conflictos se centren en las condiciones laborales. Y en que la presión económica condicione aún más el desarrollo profesional. Como alertó FOPEA en su declaración del 1 de mayo de 2020, la democracia retrocede sin trabajo y libertad para el ejercicio del periodismo. Es claro que la crisis mundial pone en riesgo el respeto por muchas libertades, especialmente la de expresión. Lo difícil es pronosticar cuánto costará restaurar un derecho cercenado.

La importancia de una defensa regional de la Libertad de Expresión

Por Alfredo Zacarías

Editor General del Diario La República y miembro de FOPEA

La lucha por la libertad de expresión excede las fronteras. Hoy no solo la Argentina, sino gran cantidad de países ven asomarse peligrosas sombras sobre ese derecho que va mucho más allá del trabajo de la prensa; pero centrémonos en la labor del periodismo únicamente. Ese periodismo puesto bajo la lupa no siempre justa y casi siempre interesada o a conveniencia de los intereses políticos.

América Latina es un buen ejemplo. La prensa es tomada con agrado o no, según si beneficia o no a un determinado poder. Dicho en claro castellano, si la prensa habla bien de un poder es buena, libre, objetiva e independiente, obviamente para ese poder, mientras que para el resto es cooptada, vendida, militante y mentirosa. Esto sucede, convengamos, a ambas orillas del río.

En nuestro continente tenemos presidentes de todos los colores políticos peleándose con la prensa de forma casi diaria. Desde Brasil a Nicaragua y de Bolivia a Venezuela. Tal vez el problema sea que los periodistas estamos en este mundo para comprometernos con buscar la verdad, para pisar los callos de los poderosos o los con poder, algo que a estos sectores puede no gustarle, pero redunda para las sociedades en grandes beneficios no siempre dimensionados correctamente y mucho menos reconocidos.

Los problemas de libertad de expresión son comunes a lo largo de todo el continente para los periodistas. Con matices, con algunos grados más de violencia en algunos lugares que en otros, pero todos atravesados por un denominador común: el enojo de los poderosos, los que manejan los hilos del poder, incluso del poder no siempre legal.

En 2018 surgió como un muro más a esos atropellos de todos colores a la libertad de expresión Voces del Sur, un proyecto regional que agrupa a 10 organizaciones de la sociedad civil que defienden la libertad de expresión en: Argentina, Bolivia, Ecuador, Honduras, Perú, Uruguay, Venezuela, Nicaragua, Guatemala y Brasil. FOPEA es orgullosamente parte de esa organización.

El objetivo primordial es aumentar la capacidad de las redes de la sociedad civil para salvaguardar las libertades de expresión y prensa, y establecer en conjunto nuevos mecanismos de coordinación y colaboración junto a los sistemas de Derechos Humanos interamericanos y de las Naciones Unidas.

Fundamedios de Ecuador, los Institutos de Prensa y Sociedad de Perú y Venezuela, la Asociación Nacional de Prensa de Bolivia, el Comité por la Libre Expresión de Honduras, el Centro de Archivos y Acceso a la Información de Uruguay, la Fundación Violeta Barrios de Chamorro de Nicaragua, el Instituto Demos de Guatemala y la Asociación de Periodismo Investigativo de Brasil forman junto a FOPEA la iniciativa que monitorea y reporta las agresiones contra la libertad de expresión con base en los Objetivos de Desarrollo Sostenibles de las Naciones Unidas relacionados con la libre expresión y el acceso a la información y que buscan, en definitiva, promover sociedades más justas, pacíficas e inclusivas a través de la construcción de instituciones efectivas y responsables en todos los niveles.

Una herramienta sin duda poderosa, porque constituye ya no solo voces o reclamos aislados, sino un muro sólido de defensa de la libertad de expresión en el continente. Un muro desde el que las voces se amplifican y dan un respaldo al trabajo de la prensa, una tarea que en América Latina ha costado la vida de cientos de colegas en distintos países desde México a Paraguay pasando por Brasil, Ecuador o Colombia.

De ahí la necesidad de defender esta iniciativa y promover su ampliación incorporando a organizaciones de otros países. En 2018, en América Latina se registraron 734 casos de ataques directos a la libertad de expresión de periodistas, y entre ellos se cuentan asesinatos, secuestros, torturas, restricciones y otros tipos de agresiones no solo físicas.

Durante 2019, Voces del Sur, debido a la profundización del monitoreo y a la unificación de los patrones de casos entre las distintas organizaciones que la componen, ha logrado registrar un incremento monstruoso respecto al año anterior: alrededor de 1500 casos más que en 2018. En tanto que solamente en enero de 2020 se han contabilizado 38 ataques, lo que habla a las claras de que la tendencia no cambia. Se profundiza.

Hay que considerar además que ningún monitoreo logra registrar la totalidad de los casos que se producen en países tan grandes, mucho menos esto es posible a nivel continental, lo que significa que los casos seguramente son más de los que se logran detectar y en los que se puede intervenir para respaldar al periodista víctima.

La unidad de las organizaciones civiles es la clave para reducir los niveles de ataques a la libertad de expresión en América Latina. Más allá de ideologías políticas y de la legalidad de los poderes, para ninguno será tan fácil atacar a un periodista si saben que desde el continente entero estaremos ahí para defender sus derechos profesionales y los derechos de la sociedad a saber la verdad, porque unidos, todos juntos, gritamos mucho más fuerte. Los más de 2000 ataques de 2019 lo justifican.